Prever las amenazas al gobierno progresista
Un gobierno progresista, con una coalición de izquierda, por primera vez en la vida de la inmensa mayoría de nosotros aunque sean muchos los años vividos, es una noticia esperanzadora. Pero hay que estar atentos a las trabas que les interpondrán. Atentos, porque se pueden prever y afrontar
Ésta es la única forma de plantar cara al peligro fascista. El terrible impasse que hemos sufrido ha acrecentado males endémicos de este país. En alto grado, la irracionalidad, los odios. No había otra oportunidad, la cuerda no daba más de sí
Es el final de un largo y trabajoso camino, el comienzo de otro mucho más ilusionante. Repetir elecciones fue una decisión trágica y el escenario, mucho peor este noviembre que en abril, dejaba toda la iniciativa a la derecha. Ésa que no admite que en España hay votantes de izquierdas, preocupados por los temas sociales, por la educación o la cultura. El terrible impasse que hemos sufrido desde las anteriores elecciones sin embargo, ha acrecentado males endémicos de este país. En alto grado, la irracionalidad, los odios, se han ido propagando. Además del desencanto y la desesperanza en los mejor intencionados. No había otra oportunidad, la cuerda no daba más de sí. Y ésta es la única forma de plantar cara al peligro fascista.
Un gobierno progresista, con una coalición de izquierda, por primera vez en la vida de la inmensa mayoría de nosotros aunque tengamos muchos años, es una noticia esperanzadora. Pero hay que estar especialmente atentos a las trabas que les interpondrán en el camino. Atentos sin más temores, porque se pueden prever y afrontar.
Lo más grave, gravísimo, es que se ha abierto la caja de Pandora, con una ultraderecha envalentonada que pugna con demócratas, con algún medio calificando la disputa de algo entre «las dos partes«. Lo que cabía esperar y más. Este viene a ser el compendio de lo que ocurre. Es imprescindible abordar este tiempo que se abre con mucho más realismo, con todo el realismo. Ser conscientes de los problemas y de intentar las soluciones que se puedan llevar a cabo. ¿Funcionará esta vez? Sería un suicidio malograrlo.
Renació el Pedro Sánchez osado y práctico y se encontró al Pablo Iglesias tenaz y prudente. Habrá de verse si dura así -a pesar de las dudas que plantea la experiencia pasada- y quiénes más han aprendido la lección. El caótico papel de algunos dirigentes aconsejan soltar lastre. Con Carmen Calvo y otros, José Luis Ábalos este lunes por ejemplo, llegó a extremos inauditos al interpelar a un periodista, Daniel Basteiro (de El Español) que planteaba cuestiones cruciales. El secretario de Organización del PSOE afirmó irritado que sí se había frenado a la ultraderecha, dejándonos boquiabiertos.
El nuevo gobierno que presida Sánchez debe apuntar más a la eficacia y la templanza que a la confrontación, si quiere abordar con realismo el futuro que se nos viene. Porque la oposición va a ser terrible, férrea. La oficial –la política- y la oficiosa – la de los medios de la caverna y no tan caverna-. Ya andan echando toda suerte de espumarajos por sus bocas. Lo deseable es que el normal juego democrático no se vea interferido con trampas. Si es una entelequia pensarlo, al menos hay que estar preparado.
Será una dura tarea disolver la propaganda sembrada contra Podemos desde «las cloacas» que ha prendido en personas fácilmente manipulables. Pueden destrozar la reputación de una persona si se lo proponen. El odio esparcido no ayuda en absoluto, cunde hasta entre personas afines a los propios partidos firmantes. Pero la mejor arma contra la leyenda es el ejemplo del trabajo bien hecho, y eso vale también para Unidas Podemos y el PSOE y el gobierno que se forme.
Sí es imprescindible, en aras de la realidad de los hechos, hablar de los tratamientos inferidos –creo que es el verbo exacto-. Este mismo lunes El Mundo se marcaba una presunta noticia que sacaba de unas presuntas exigencias de Unidas Podemos. Era una deducción –con datos mal trabados además- del ser que lo escribió y el periódico que lo publicó. Durante la campaña, algunos medios tacharon a UP de sus informaciones. Vean aquí. Y aquí, por ejemplo. Informar con rigor es una tarea democrática. Y resulta preocupante pensar que a buena parte de la prensa española le inquieta a este punto la izquierda, y no al parecer la ultraderecha. El apoyo del que ha gozado Vox no tiene precedentes en países serios. Y el que goza ahora mismo debería hacerles meditar su papel.
Porque es serio el problema. Se nos ha infectado de extrema derecha franquista el Congreso y había que reaccionar, ceder, acordar, para enfrentarlo. Con generosidad y pragmatismo. En el análisis hay que incluir datos como los que aporta Ignacio Escolar, director de eldiarioes. No hay más votantes de derechas, han perdido el pudor de antaño para mostrarse en toda su crudeza apoyando a Vox y presumiendo de ello. La ultraderecha oficial ha pasado de 24 escaños a 52, lo que le posibilita – a partir de 50 es- una gran capacidad de maniobra. Y es aterrador que personas aparentemente normales hayan hecho esta apuesta. Para todos.
«Ay, mi Vox», con 20 años. La Murcia votante de Vox –por supuesto que hay otra que la sufre-, venía de dar mayoría tras mayoría al PP. Es la Murcia que tiene el Mar Menor hecho un estercolero o la que levantó edificios de burbuja, desmoronados algunos con los temblores de tierra. Ahora vota ¡en clave catalana! Faltan las palabras. En clave catalana. Y contra la emigración que necesitan, contra las mujeres, por el uso de la violencia, armas, contra lo que no les gusta. Contra sus propios hijos, como contaban aquí. Porque es un ejemplo de esa España nuestra que ha votado ultraderecha. Y a mucha honra, claman insultando en Twitter.
El uso de las redes ha vuelto a ser decisivo. Esas trampas del PP que pasó por alto la Junta Electoral. O el uso que han sabido hacer de ella los de Vox. «La formación de Abascal ha conseguido colocar 353 mensajes (uno de cada tres) en la lista de los 1.000 tuits más exitosos», analiza el periodista Pedro de Alzaga.
El uso de las redes de uno se contrarresta con el uso de las redes… de todos. Y la España visceral, antidemocrática, sin escrúpulos éticos –porque al punto de ser conscientes de ello, llegan-, la que solo come mensajes simples, se palia con educación, cultura y una mayor honestidad en las voces mediáticas que manipulan a sus miembros, apelando a emociones en exceso primarias.
Por lo demás, un cierto sector de los medios y de la sociedad llora la marcha de Albert Rivera. Quizás es la típica necrofilia española, ahora en su vertiente política. Rivera nunca fue centrista, ni «nueva» política. De cambiantes demostraciones ideológicas según las encuestas, ha sido el artífice de los gobiernos ultras de Andalucía y Madrid por partido doble. Ojalá acertaran en la sustitución del liderazgo con alguien de centro real.
Resulta irracional hablar, precisamente ahora, de las presuntas glorias del capitalismo. Hay un descontento mundial por la falta de respuestas a los problemas de la sociedad. Que salta en América Latina a golpe de violencia y hasta renueva la tradición de los golpes de Estado. En Hong Kong la policía ya intenta acallar las protestas con fuego real. En Irak han muerto al menos 250 personas en solo un mes que reclamaban medidas sociales, sin que siquiera se publique por aquí. El capitalismo triunfante produce honda insatisfacción en sus víctimas. Hasta en las aturdidas que buscan consuelo en los fascismos.
Esta España nuestra no ha vuelto a la casilla de salida con las nuevas elecciones: se fue mucho más allá. Ojalá se salven los escollos que entorpecen las soluciones posibles. El primer paso es un gobierno progresista, con cerebro y buena voluntad, sin hooligans. Y, créanme, sí se puede. Ahora, sí.