«No sabía que me llamaban Salido Sabadete»


«No sabía que me llamaban Salido Sabadete»

UNA ENTREVISTA INVENTADA POR JAVIER GAMBOA 01.03.2020 | 06:15

 Plácido Domingo.

Plácido Domingo.

BILBAO – El tenor madrileño se frota las manos obsesivamente con el tan en boga gel sanitario. «No quiero pillar el coronavirus, chico. Ya tengo 79 castañas, estoy en edad de riesgo, y me tengo que lavar, que soy muy tocón», explica. Se encuentra en una recóndita casa rural de Arratia tratando de superar el escándalo levantado por las denuncias de acoso y conducta inapropiada contra él por parte de varias cantantes líricas. «Aquí no me conoce nadie, solo creen que soy un tipo que habla raro y que pide que le pongan los partidos del Real Madrid. Ya me han mirado con extrañeza por eso. Además, sabía que no habría peligro de nuevas denuncias. Le he dicho alguna cosilla a la chica que servía el desayuno y me ha metido una ostia directamente. Con la mano abierta. Ha hecho eco y todo, con una bella sonoridad por cierto. Si te fijas, todavía me vibra la oreja».

Cierto, le vibra la oreja y exhibe una palma y cinco dedos marcados en el moflete, como una pintura prehistórica. Se le ven porque se ha afeitado la barba para pasar desapercibido. Se asoma a la ventana de su habitación y empieza a cantar con gesto pícaro Lo estás haciendo muy bien, de Semen Up. Controla el pop más de lo que cabe sospechar.

¿Sabía usted que lo suyo era la comidilla del mundo de la lírica?

-Ni idea. Lo que más me ha molestado ha sido ignorar que me llamaban Salido Sabadete en lugar de Plácido Domingo. Lo de Jodido Lunes me lo esperaba, ¿pero Salido Sabadete? Quería ser el más grande tenor de la música culta y me he quedado en el gran temor de la ópera.

¿Alguna explicación a su comportamiento?

-¿Qué explicación quieres que tenga? Yo siempre he sido muuuuy machote. Así que me quedaba el Otello, bordado, solo había que tiznarme. Que veo una soprano coloratura y me pierdo. Bueno, bueno, y una buena contralto… donde esté una contralto. Las mezzosoprano también me gustan. Pierdo el control. Y, como soy el jefe, pues chico, se mezclan las cosas. Empiezas a tocar el piano y lo uno lleva a lo otro. Do, Re, Mi, Fa… Lo.

Que no tiene explicación, vamos

-A ver, que todas ponían cara de arrobo cuando les susurraba al oído mi particular solo de nota alta. Y se quedaban bien quietitas.

¿No sería cara de repelús?

-¿Repelús? Soy Plácido Domingo. ¿Qué mujer no está deseando convertirse en mi dama del Serrallo? Si noto cómo se les abren las pupilas.

Por supuesto, de miedo.

-Anda. Claro. A lo mejor por eso la soprano dramática, uf cómo me ponen, suiza, las suizas también, Tarona von Stolen venía a los ensayos, y hasta a las representaciones, del Don Giovanni con zapatillas de running. Siempre salía corriendo al acabar. Bueno, siempre no, solo desque le dije que mi Flauta Mágica era mejor que la de Mozart. Es cierto que le guiñé el ojo y me lleve la mano al refajo. Se lo debió tomar regular la muy sosa. Ahora, cómo corre. Qué estilazo.

¿No se daba usted cuenta de que abusaba de su posición de poder ante las mujeres?

-Hombre, el de las posiciones es otro tema que me interesa muchísimo. Soy muy clásico? eso de las posiciones del libro hindú ese, con la pierna por no sé dónde, me convence poco. El misionero es lo mejor.

Está usted más perjudicado de lo que creía. Me refería a su posición de poder en el negociode la música lírica.

-¿Posición de poder yo? ¿Por qué? ¿Porque produzco o dirijo espectáculos? ¿Porque conozco a todos los directores de teatros y auditorios potentes del mundo, casi todos hombres? ¿Porque mantengo estrecha relación con la mayoría de directores de las propias óperas? ¡Pequeñeces! Hay mucha gente de este negocio que no conozco. Por ejemplo, a la directora de la ópera de Kuala Lumpur. Y al del auditorio Sigur Kagüenrros, al norte de Groenlandia. Son extraordinarios lugares para cantar. Mira, si no me haces caso, siempre puedes ir ahí. O, al Quint O’Pinho Palace de las Islas Aleutianas. En ese tampoco tengo mano. ¿Ves cómo son tonterías? Además, nada les impide cantar en la calle y pasar la boina.

Antes de que pueda preguntar sobre si se arrepiente, Salido Sabadete sube las escaleras del caserío y se asoma a la ventana de su habitación a cantar Tu mejor desayuno, de Víctor Abundancia y Los Coyotes. Suena un tortazo. Sigue la canción. Otro tortazo. Silencio. Al menos, la terapia funciona.

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