En lo que hace a un eventual acercamiento de presos de ETA, Pablo Casado -esa lumbrera de la babosería oportunista, al que todo le vale- afirma que no le «dan ninguna pena las familias de los asesinos». Qué fino bisturí, y qué hondo acercamiento al sufrimiento humano. A mí, en cambio, me da mucha pena la familia de Casado. Tanto que, por higiene, me gustaría que reclamasen su derecho a vivir lejos de semejante miserable.